Fundamentación

¿Por qué llueve días enteros? ¿Por qué la noche se ilumina y truena violentamente? ¿Por qué la tierra se sacude con espasmos de furia? ¿Por qué la estación lluviosa tarda en llegar? ¿Por qué el mar se agita y golpea la costa? ¿Por qué las aguas se vuelven sólidas? ¿Qué son esas luces que aparecen en el cielo polar? ¿Por qué el aire se mueve con violencia? ¿Qué hay en las profundidades del océano y de la tierra? ¿Por qué estallan las montañas en fuego y roca?

Desde el comienzo de la humanidad, las culturas han respondido estas preguntas, muchas veces inquietantes, a través de la intervención del mundo espiritual. Existen culturas que hasta el día de hoy explican estas cuestiones por medio de los caprichos de dioses y diosas que dominan el mundo desconocido de las fuerzas de la naturaleza.

A medida que las leyes naturales fueron planteadas, nuestra idea sobre el origen de tales fenómenos naturales ha evolucionado al igual que la ciencia. De la contemplación de la naturaleza hemos saltado a la observación de los fenómenos naturales. Es decir, hoy se requiere medir y registrar algunos parámetros fundamentales como la temperatura, la humedad, el desplazamiento, la presión, entre muchos otros. Así podemos diagnosticar el estado del sistema climático (como llamamos a la naturaleza) y saber cuándo se producen cambios bruscos o lentos, cómo se relacionan estos parámetros, interpretar dichas relaciones y establecer las causas y los efectos de dichos cambios. De la meditación-contemplativa hemos preferido contrastar ideas teóricas con lo que observamos y plantear explicaciones razonables. De igual manera, de la conexión con el mundo espiritual para saber los acontecimientos futuros, hemos desarrollado otros métodos basados en las matemáticas y la física de los problemas, que unidos a los modernos computadores, pueden integrar tales relaciones físicas para producir escenarios futuros probables.

Ser geofísico hace más de dos mil años atrás habría sido ser sacerdotisa o sacerdote en algún templo de un poderoso dios. Ciertamente, hoy no es el caso, pero no debemos perder ese legado antiguo que nos comprometía con el mundo desconocido para la mayoría de las personas. Así, ser geofísico hoy también significa ser profesor por cuanto depende de nosotros erradicar el analfabetismo sobre cómo actúa la naturaleza. Y por último, también equivale a ser médicos, pues somos nosotros quienes podemos diagnosticar el estado de salud de la naturaleza.

Es por ello, que el desafío que se ha planteado el Departamento de Geofísica de la Universidad de Concepción es contribuir de manera decisiva a la formación de profesionales altamente capacitados, quienes den respuesta a los impactos de los fenómenos naturales en los distintos sectores de la sociedad.